LIANA FRIEDRICH



LIANA FRIEDRICH

(Rafaela-Santa Fe-Argentina)

ORIGEN

¿Es posible imaginar sinuosos Paraísos
donde Eva y Adán nunca se encuentren?
¿Tal vez donde el Árbol de la Vida
inaugure con cantares la mañana,
engarzada en alas de fragancia?
Más allá de insensatos holocaustos
y ante tanta soberbia desatada
que envilece con inútiles diatribas
la consciencia de odio saturada:
¿Será posible acallar los aullidos
de estas hordas lobo-sapiens,
disfrazados de famélicos ovinos
apenas con harapos macilentos?
En la porfía de un verano eterno,
sangrando néctares antiguos,
hagamos girar en retroceso
la rueda gastada de los tiempos
rumbo hacia latitudes ancestrales,
hasta arribar al instante primigenio,
inmaculado, inmarcesible, ingenuo,
cuando la Palabra era gesto de grandeza.

CANCIÓN DE OLVIDO

Trashumante de estíos,
acodado en las sombras,
viniste a mi portal, herido…
Y escuché tus cantos de sirena
con la noticia exasperada
sobre el exilio de tu vida.
Inauguraste un lecho de esquirlas
en las sangrantes vísceras
de  un ocaso sin pájaros ni flores,
malnutriendo mis senos de caricias,
conmocionando la raíz del sentimiento
con la metralla engañosa de los sueños,
instaurando la usura de las lágrimas,
en un compás de inercia a la esperanza,
evenenando mi sangre hasta la médula
con sospechosos éxtasis de metáforas.
Hoy, cuando aún busco el Paraíso,
a ciegas y al borde del abismo,
no acepto más limosnas ni mentiras.
Hoy prefiero cargar con la cruz
del desencanto y la amargura
que clava puñales de hambre y sed
en mi vientre desmadrado…
¡para parir un nuevo corazón,
libre ya de dogmas y de vínculos,
sin torturas, sin recuerdos ni fronteras!
y arrancarle los harapos a la ausencia,
cruzar el puente de escombros calcinados,
hasta rasgar el horizonte de palomas
reinventándole una canción de ámbar
al aullido de victoria que estalle
por los cuatro costados la memoria.

PESADILLA

Hoy, en las fronteras del alba,
he visto a Berthold Brecht
desgranando Ave Marías sin sentido
en las aguas fangosas del Moscova.

Pude ver, entre las brumas, a Sigfrido
adiestrando en el uso de la espada
al manso dragón del mismo Odín,
superando la inconsistencia de la saga.

Torciendo la urdimbre del destino,
vi a Alejandro Magno que ensayaba
derrotado la danza de las lágrimas,
al perder la grandeza de la Galia.

Mientras el gran Pasteur
arreaba vacas en la campiña,
un circunspecto Cantinflas
recitaba mantras en el Taj Mahal…

Y he visto sollozante a Hitler,
aterido de miedo y de dolor,
a las puertas de Auschwitz.
implorando Perdón…

Hoy,
en mis sueños,
he visto a Dios…
y ÉL me abrazaba.

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