DOMINGO FAÍLDE
(Jerez
de la Frontera-España)
FINGIMIENTOS
Y
si digo que estoy en Budapest
y
busco en una guía
algún
hotel famoso en que alojarme
y
un restaurante donde sirvan platos
con
pedigrí, de aquellos que todo el mundo admira;
y
si, como remate, nombro a un autor de moda,
lo
cito en un café, mejor si conocido,
y
le hago una entrevista sobre las tradiciones
del
país, salpicada con una larga nómina
de
escritores, vanguardias y tendencias,
no
habré escrito el poema de mi vida,
pero
me envidiarán, sin duda, en las tertulias
y
es posible que alguna revista me reclame
algún
sabroso artículo, la literaria crónica
de
este viaje a Hungría, que acabo de emprender,
mientras
tomo café conmigo mismo
en
el bar de la esquina.
HOSPITAL
DE JEREZ DE LA FRONTERA
Se
me ha llenado el mundo de ventanas.
A
plena luz del día,
ellas
son el paisaje que contemplo
desde
la postración. Nada traslucen
sino
la oscuridad de sus cristales
y
un temporal sangriento de dolor,
que
enmudece bajo la imprevisible
sombra
de la esperanza.
También
y por la noche,
las
tenues lamparillas oscilan y asemejan
pequeños
buques en el mar perdidos.
Yo
también perdí el rumbo y mi ventana
se
ha cerrado, sin más. Quedan las olas.
HILEMORFISMO
La
eternidad es como el agua quieta,
que
se pudre, para secarse luego,
dejando
solamente un rastro impuro,
un
légamo impreciso , en donde los parásitos
encuentran
un oasis para perpetuarse
y
esparcir por el mundo las larvas de la muerte.
Los
mares, sin embargo,
vienen
y van y suben y descienden
en
olas que caminan
o
en nubes que cabalgan por el cielo,
mientras
late la vida en su regazo,
el
olor a salina lleva el viento,
y
no importa si, un día, se evaporan
o
saltan al espacio o se congelan:
siempre
estarán allí, quizás errantes,
para
dar testimonio de la lluvia.
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