SUSANA LIZZI



SUSANA LIZZI

(Gualeguaychú-Entre Ríos)

LOS DADOS DE LA NOCHE

I

No sabe
si es
oveja o lobo
si tiene
garras o suavezura
es en sí misma penumbrosa.
La lobreguez de su nombre
repta sobre la opacidad
mientras
allí
en el borde de una habitación insólita
aspira el olor que desprende su miedo
como una llamarada de silencio.
Alguien
la llama por su nombre.
Finge
no oír otra cosa que el exacto
latir de su inconsciencia
porque antes de nacer
ya habían decidido que ella caería
en ese rincón
bajo el aliento enmarañado de los lobos
lacerada contra el deseo
ajusticiada
o justiciera.
Lobo-Oveja.
¿Qué quedará de su garganta
cuando salga de allí
a tientas entre sombras impuras?
¿Encontrará a los otros si se pierde a sí misma?
Arden sus muslos desvelados.
Ya conoce el sinsabor de la anestesia.
Algo
penetra su virtud
y Ella aprende al compás de la zozobra
por eso
quita bendiciones
apaga lámparas
y sin mirar la extrema veladura de sus ojos
yace.

II

Al principio
fue una pieza
con su ojo saltado hacia la tarde.
Una caja de cartón
con ella adentro.
Una caja musical
y ella bailando adentro
la estrepitosa
disonancia
del azar
latiéndole por dentro
ella bailando
y el azar
estrepitándole el adentro.

III

No la dejen sola
tiene que recoger astillas de esperanza.
Su lengua adormecida
no controla la canción que tararea.
No la abandonen
quiere absorber su decepción
y sólo consigue una cadena que muerde su trayecto
para siempre.
No quiere que la dejen
ahí
como si fuera
medalla de óxido
flor mustia
corazón de baraja.
No sería de humanos desterrarla de su niñez
campear su sangre
y arrojarla a los dados de la noche.

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